El Hogar Cristiano La familia y su cabeza



El Hogar Cristiano
La familia y su cabeza

R K Campbell

1950

Hemos considerado la relación de esposo y esposa, de modo que llegamos ahora al círculo de la familia. Las Escrituras abundan en cuadros de la vida familiar para nuestro ejemplo e instrucción, y también para nuestra advertencia y amonestación. La vida de la familia precede a la vida nacional, y es notable ver que una gran parte del libro del Génesis está dedicado al registro de la vida familiar aparte del mundo como un testimonio para el Dios vivo y verdadero contra la corruptora influencia de la idolatría. En los días de decadencia y alejamiento general de Dios que se observa en todos los períodos, hallamos familias fieles que se solidarizaron con Dios. En medio de las tinieblas, la verdadera vida familiar resplandece en su hermosura y así es enfatizada su importancia. Las familias de Noé, Abraham, Josué, Rut, Ana, Zacarías y Loida, la abuela de Timoteo, son unos pocos ejemplos.

El encargo de Génesis 1

Debe ser el propósito y feliz previsión de cada pareja de casados tener una familia y criar hijos para el Señor, si agradare a Él concederlos. Un hogar no está completo sin hijos y sin los goces que ellos proporcionan. El bendito encargo que Dios confió a la primera pareja matrimonial, Adán y Eva, es aún el que Dios da hoya los esposos que están en el umbral del matrimonio. "Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra" (Génesis 1:28). Tal es el propósito divino para el hombre y su esposa en la sagrada y santa relación de ellos, como lo dice 1 Timoteo 5: 14: "Quiero pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos". etc.

Como alguien señaladamente ha expresado: «Todo matrimonio al cual se entra con el deliberado propósito de evitar tener hijos y formar una familia, cuando las condiciones físicas no lo justifican, no sería según el propósito expuesto en Génesis 1:28 ». Actualmente el proceder del mundo en este sagrado asunto es cualquier cosa menos conformarse al pensamiento de Dios, expresado en su Palabra. El amor al ocio y al placer inducen a esquivar las responsabilidades que impone la vida de familia, y la falta de temor de Dios acarrea muchos pecados.

El cristiano no debe ser arrastrado por la corriente de los pensamientos, opiniones o ideas del mundo acerca de lo recto y justo, sino ordenar su vida en cada detalle en armonía con los preceptos y principios de la Palabra de Dios y andar diariamente en el temor de Dios, "que es el principio de la sabiduría" (Proverbios 1:7). Debe permitirse al Señor intervenir en nuestras vidas de familia y darle su justo lugar como Creador de la vida. Hacer lo contrario es negarle sus derechos como creador.

El Salmo 127:3 nos dice: "Herencia de Jehová son los hijos", y Proverbios 17:6 añade: "Corona de los viejos son los nietos". Los hijos son una dádiva de Dios y deben ser aceptados con agradecimiento como tales y criados para Él, quien los ha dado.

Mientras tocamos este tema, sería oportuno decir unas pocas palabras sobre el otro lado de la cuestión. El matrimonio cristiano - o cualquier matrimonio, para el caso - no concede licencia a nadie para la incontinencia. Mutuo amor, consideración y dominio propio deben regir siempre en la relación marital el ejercicio de los poderes sexuales conferidos por Dios. En esto, como en todo lo demás, el cristiano debe regirse por la razón justa y debe cuidarse de todo abuso que redunde en perjuicio del alma y el cuerpo de cada uno. El exceso en esto es posible, así como en todo lo demás. La pasión y la concupiscencia no han de regir. De otro modo el fruto del Espíritu -"templanza" o "continencia"- no está en ejercicio, y por ello el Espíritu que mora en nosotros, el Espíritu Santo, es contristado, y la vida espiritual, el crecimiento y la actividad son reprimidos.

Alguien dijo muy bien: «La única restricción que cabe imponer al crecimiento de la población, aceptada por Dios y por la Biblia, es la continencia ». Todos los otros controles de la natalidad, etc., no son de Dios, pero la continencia o templanza debe regir al cristiano en todas las cosas. "En todo ejercita propio dominio" es lo que dice la Palabra en 1 Corintios 9:25 (Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, F. Lacueva).

"Tú y tu casa"

Al considerar el tema de la familia es bueno notar que Dios ha dispuesto que el esposo y padre sea la cabeza de la familia, así como la cabeza de la esposa, y que un hombre y su casa estén vinculados. Una referencia a varias partes de la Escritura revelará el hecho bendito y solemne de que Dios asocia la casa de un hombre con el hombre mismo. Éste es un bendito privilegio, pero también una solemne responsabilidad.

"Tú y tu casa" es el orden en todas las Escrituras. Cuando Dios iba a destruir a un mundo malo con el diluvio, dijo a Noé: "Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación" (Génesis 7: 1). Y cuando Dios se disponía a revelar a Abraham sus consejos secretos, dijo que sabía que Abraham mandaría "a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová" (Génesis 18: 17-19).

Así también cuando Jacob recibió mandato de Dios para que se levantase y fuese a Betel, nunca pensó en desvincularse de su Familia; por el contrario, inmediatamente se dice: "Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Betel" (Génesis 35: 1-3). El mismo principio se halla en Éxodo 10:8,9. Cuando Faraón urgió a Moisés y Aarón a dejar a sus pequeños en Egipto mientras ellos Fueran al desierto a celebrar fiesta a Jehová, Moisés respondió: "Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos. con nuestros hijos y con nuestras hijas". De Josué oímos la misma verdad en sus nobles palabras: "pero yo y mi casa serviremos a Jehová" (Josué 24:15). Las palabras de Jehová en 1 Samuel 3: 11-13 demuestran también que Dios hizo responsable a Elí por el mal de su casa y lo identificó con su familia.

Una breve ojeada al Nuevo Testamento nos hace observar el mismo orden. La palabra dirigida a Zaqueo fue: "Hoy ha venido la salvación a esta casa" (Lucas 19:9). A Cornelio le Fue dicho: Pedro "te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa" (Hechos 11: 14). Así también en el relato concerniente al carcelero de Filipos el mismo vínculo está expresado en estas palabras: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31).

Privilegio y responsabilidad

El principio implícito en la expresión "tú y tu casa" es por cierto una gran bendición y privilegio. No sólo aquel que es la cabeza de la casa es salvo y hecho un hijo de Dios, objeto de la bendición y el favor de Dios, sino toda su casa; ésta, por virtud de la conexión con él, es también traída a una posición de asombroso privilegio. Ellos no están en la misma relación con Dios que tiene el padre salvado, pero están en una posición de bendición y privilegio. (Véase también I Corintios 7: 14). Y como de este modo los propósitos y deseos de Dios tienen en vista que toda la casa del creyente sea salva, el padre cristiano puede contar con Dios para la salvación de ellos. Éste es un gran consuelo.

Por otra parte, una grave responsabilidad está envuelta en la idea de "tú y tu casa". Si yo pertenezco a Dios, mi casa pertenece a Dios también, ya que ella es parte de mí mismo; consecuentemente, soy responsable de gobernar mi casa para Dios y de instruir a los niños para que le sirvan a Él. Han de ser criados en el camino del Señor y dirigidos por sendas de justicia en separación del mundo. Si se permite el mal en la familia, Dios hace responsable de ello a la cabeza.

Como Dios gobierna su propia casa según su poder ejercido con justicia acompañada siempre de amor, así el siervo de Dios debe tomar a su Maestro como modelo y gobernar su casa en forma semejante. Dios ha investido a la cabeza de la casa con autoridad, y lo hace responsable de ejercer esa autoridad en el temor de Dios y para gloria de Él. El padre cristiano ha de representar a Dios en medio de su familia. Para ello debe recurrir constantemente a los pies de su Señor y aprender allí, en comunión con Él, lo que ha de hacer y de qué manera. Una casa cristiana debe ser una representación en miniatura de la casa de Dios con respecto a su orden moral y su arreglo piadoso de todo. Sólo estando en continua dependencia del Señor y andando diariamente con Él podrá uno gobernar su casa rectamente.

Fracaso en la familia

Mucho fracaso y confusión se manifiestan en los hogares y familias cristianos, debido a que el esposo y padre no ha tomado su propio lugar como cabeza de la casa ni ha reconocido como tal su responsabilidad ante Dios. Dios espera del padre especialmente que vele por su familia y que ordene su casa de acuerdo con su Palabra y para Su gloria. A los hijos no les ha de permitir que hagan lo que quieran. Una de las calificaciones del obispo o sobreveedor de la asamblea era que gobernase bien su casa y tuviese a sus hijos en sujeción con toda honestidad (1 Timoteo 3:4). Como se ha notado ya, Dios pudo decir de Abraham que sabía que mandaría a sus hijos que siguiesen el camino del Señor después de él.

Algunas veces ocurre en ciertas familias que la esposa y madre se aleja de la posición de sumisión y asume el gobierno de la casa, conduciendo a la familia por caminos que no son del Señor. No obstante, por triste y difícil que sea tal situación, el esposo y padre no tiene excusa ante Dios en cuanto a su responsabilidad respecto al andar de su familia. Si consideramos los capítulos 2 y 3 de Génesis tendremos la revelación de un principio importante en relación con esto.

Adán fue creado primero y Eva fue hecha más tarde y dada a él como su ayuda idónea. A Adán le fue mandado que no comiese del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2: 17). Satanás vino luego a Eva y tuvo éxito en lograr que ella tomara y comiera del fruto prohibido y que lo diese a su marido, el cual comió así como ella (Génesis 3:6). Aquí el orden de Dios fue revertido y ello derivó en el pecado original de la humanidad. En vez de que la mujer esté con el hombre y él presida, ella toma la dirección en actitud desobediente y el hombre la sigue en el pecado. Notad ahora cómo Dios trata esta desobediencia y desorden. "Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: "¿Dónde estás tú? .. ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?" (Génesis 3:9, 11). Dios no llamó a Eva y le preguntó si ella había comido del fruto prohibido, aunque ella había sido la primera en hacerlo. No; Dios llamó a Adán, la cabeza, a quien le había dado el mandamiento de no comer, y le hizo responsable de la trasgresión.

Adán débilmente contesta que la mujer que Dios le había asignado por compañera le había dado del árbol y él había comido. Pero, al pronunciar su castigo gubernamental sobre Adán, Dios no le excusa por lo que Eva había hecho. Al contrario, Él inculpa a Adán por haber escuchado la voz de su mujer y haber comido, desobedeciendo el mandamiento que Él le había dado (Génesis 3:17). Eva recibió su castigo también, pero Adán fue tenido por más responsable.

Éste es el principio sobre el cual Dios actúa hoy con cada familia y su cabeza. Ojalá su advertencia y amonestación sean tenidas en cuenta y se procure la gracia de Dios para cumplir la responsabilidad que se tiene como cabeza del hogar y así se obre para gloria de Dios. Es de desear que las palabras de Josué sean el propósito de todo esposo y padre cristiano: Pero "yo y mi casa" serviremos al Señor.