Simón Pedro

Simón Pedro

W. T. P. Wolston

1892

¿Dónde Está Su Prometido Advenimiento?

2a de Pedro, capítulo 3.

El argumento del apóstol en este capítulo está en defensa de las verdades de la revelación contra los que las quieren rechazar bajo el pretexto que no ha habido cambios en la forma de la creación y no cabe lugar para una interrupción de este orden establecido. Es el ataque del materialismo. Si hemos de fiar en lo que podemos ver y sentir solamente, en lugar de poner la confianza en la palabra de Dios, tendremos que abandonar toda esperanza en la venida del Señor.

(Versos 1-4) "Esta es, pues, la segunda carta, amados mios, que os escribo; y en ambas a dos despierto vuestro ánimo sincero por medio de recuerdos, para que tengáis memoria de las palabras que fueron dichas antes por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador, que ordenó por medio de vuestros apóstoles; sabiendo esto primeramente: que en los postreros días vendrán escarnecedores con sus escarnios, andando según sus mismas concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está su prometido advenimiento? ¡pues desde que durmieron los padres, todas las cosas continúan como han sido desde el principio de la creación!" La raíz de toda mofa y duda es el deseo de seguir la voluntad propia. No digo que son siempre los deseos más desenfrenados los que inspiran la incredulidad, sino la rebelión de la voluntad contra la sumisión que Dios demanda de todas sus criaturas. El hombre quiere ser independiente y salir de debajo de la autoridad divina. Quiere ser como Dios y mandar solo en un mundo de su propia creación.

Los escépticos dicen que la única cosa inmutable y perdurable es el universo físico. Tuvo su principio en los espacios más remotos (dicen ellos) y como resultado de fuerzas ciegas evolucionando en las edades y siguiendo por los siglos de los siglos sin haber tenido modo de detenerse. En cuanto a la venida del Hijo de Dios no cabe lugar porque el universo no da ninguna señal de disolución. Juzgando por lo que se puede ver, no ha habido cambio ni interrupción desde el principio. Esta inferencia es falsa. El ojo humano no podrá reconocer esos cambios, pero la palabra de Dios nos asegura que han tenido lugar y que habrá otros. Aun los que se burlan más de las pretensiones cristianas sobre el segundo advenimiento no dan una explicación del origen de la creación. Todas sus teorías demandan la operación de alguna primera causa o fuerza pero no quieren decir quién es ese Creador.

(Versos 5, 6) "Porque voluntariamente se olvidan de esto: que había cielos de antiguo tiempo, y una tierra consolidada de en medio del agua, y por medio del agua, por la palabra de Dios; por medio de las cuales aguas el mundo de entonces pereció, anegado en agua." Se encuentran algunos sabios, así llamados, que nos dicen que es un absurdo creer en un diluvio. ¡Ah! dice Pedro, quisieran rechazar ese evento como mito y ¿por qué? porque si admiten que hubo un diluvio, tienen que admitir que tuvo su causa y que Dios ejecutó sus juicios sobre los inicuos; y bien, si se admite que había razón para el castigo de los antediluvianos, es muy probable que se reserve una condenación para los que han vivido en el pecado después de los días de Noé. Así es que el motivo para la incredulidad es la rebelión contra la voluntad de Dios. Voluntariamente desatienden al hecho muy solemne de que ha habido un gran cataclismo en el universo a causa del pecado. El mismo mundo que en obediencia a su voluntad divina salió de en medio de las aguas en la mañana de la creación volvió a ser sumergido debajo de las aguas, anegando a todos menos las almas conservadas en el arca en obediencia a su mandato de gracia.

(Versos 7-9) "Pero los cielos de ahora, y la tierra, por la misma palabra están almacenados para el fuego, siendo guardados para el día de juicio y de la destrucción de los hombres inicuos. Mas no olvidéis vosotros, amados mios, esta cosa en particular, y es que un solo día para con el Señor es como mil años y mil años como un día. No es tardo el Señor respecto de esa su promesa, como algunos reputan la tardanza; sino que aguarda con paciencia en orden a nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento." Fue la misma palabra de Dios la que constituyó los cielos y puso la tierra en orden como los vemos ahora, y por esa misma palabra siguen estos cielos y tierra preparándose para el día del juicio y la perdición de los malvados. El Señor no juega con su palabra profética y su promesa de volver a la tierra, pero Dios es sobre todo paciente y longánimo, no queriendo la muerte de ninguno sino deseando que todos se arrepientan y acepten sus ofrecimientos de gracia.

No es difícil comprender esta tardanza que es motivada por la gracia. Es la única cosa en que se puede decir que Dios es moroso. No se apura en pronunciar sus juicios. No condena antes de amonestar y dar lugar para el arrepentimiento. Pero Dios es muy pronto para salvar, muy pronto para dar la paz a la conciencia perturbada. Su tardanza obra en armonía con la gracia y contra el juicio. Si el Señor se ha tardado en venir para juzgar, es porque desea ver la salvación de muchos. Esta paciencia de Dios es para nuestro bien. Él quiere que toda alma que confía en la sangre del Hijo sea salva. No quiere que ninguna se pierda. Llama a todos a que vengan al arrepentimiento.

(Verso 10) "Vendrá empero el día del Señor como ladrón; día en que los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos serán disueltos con ardiente calor; la tierra también y las obras que hay en ella serán abrasadas." Este evento acompañará la aparición del gran trono blanco y la desaparición de la tierra, como se describe en el capítulo 20 del libro de Apocalipsis. Se habla aquí del mismo efecto de destrucción indicada en Apocalipsis, pero Pedro indica la causa que produce el efecto. El pensamiento del hombre rebelde es, que la firmeza de la tierra es la garantía para su oposición a Dios. El hombre dice que la doctrina del materialismo es la que nos da más confianza para el futuro. "¡Alto allí!" dice Pedro. "Aquel mismo universo estable que os infunde tanta confianza tiene que pasar como una neblina que se disuelve. Todo aquello que ha sido un fundamento para las esperanzas de la carne desaparecerá para siempre."

(Verso 11) "Siendo así pues que todas estas cosas han de ser de esta manera disueltas, ¿qué manera de personas debéis ser vosotros en toda forma de santo comportamiento y piedad; esperando y apresurando el advenimiento del día de Dios, en el cual los cielos, estando encendidos, serán disueltos, y los elementos se derretirán con ardiente calor?" El mero hecho de que sabemos que estos burladores se engañan terriblemente y que se exponen a ser sobrecogidos y abrumados en el gran cataclismo final nos debe afectar seriamente y dar un espíritu sobrio y solemne a todas nuestras acciones. La consideración de estas amenazas y nuestro conocimiento de ellas nos ponen en un lugar distinto y separado, y debemos dar evidencia de ello manteniendo una separación muy marcada de todas las formas de mal en que el mundo participa. En otras palabras, debemos vivir como si la venida de ese día dependiera de nuestro comportamiento y como si por medio de nuestro santo comportamiento "se apresurara su advenimiento."

Una de nuestras traducciones de esta epístola emplea la palabra "santas y pías conversaciones." El término es muy usado por el apóstol. En su primera carta (1:18) nos dijo que habíamos sido redimidos de "las vanas conversaciones." La palabra se usa para referirse tanto a nuestras palabras como a nuestras acciones, y puede haber en medio de la congregación de los santos mucha conversación vana, es decir, una manifestación de religiosidad que tenga su fuente en los deseos de la carne y en una exaltación de la forma de la religión sobre su espíritu esencial. En otras partes de la misma epístola (2:12), nos encarece "una conversación honesta" entre los gentiles. Es una exhortación a que excluyamos de nuestros actos y cultos todo lo que no sea sincero y honrado. Otra vez aconseja a las mujeres (3:2) que procuren ganar a sus maridos inconversos por medio de su "conversación casta." La referencia es más bien a sus acciones que a sus palabras. Otro consejo general es que mantengamos una "buena conversación en Cristo" delante de los que blasfeman contra de ese Nombre santo (3:16), a fin de que ellos sean avergonzados y callados. En la segunda carta (2:7) nos presenta a Lot como afligido a causa de "la nefanda conducta" de sus convecinos. Ahora en contraste con todo esto, en estas últimas exhortaciones nos anima a todos a que, como buenos hijos de Dios y en señal de nuestra actitud de obediencia, debamos observar "santa y piadosa conversación."

Así son las misericordias del Señor. El conocimiento de la verdad en Cristo nos libra de todo ese comportamiento que es nefando y vano y nos engendra un amor intenso para todo lo que es honrado y casto, bueno y piadoso. ¿Manifiestan nuestras vidas estos contrastes?

Pedro no es el único que da tanta importancia a la buena "conversación" del cristiano, es decir, a nuestro modo de comportarnos en palabra y acción y hábitos de vivir. En la epístola de Santiago tenemos lo siguiente: "¿Quién es sabio y avisado entre vosotros? muestre por buena conversación sus obras en mansedumbre de sabiduría" (3:13) Pablo se refiere a su propia conducta como la explicación de su vida de poder entre sus conversos: "porque nuestro modo de vivir (ciudadanía) está en los cielos, desde donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo" (Filipenses 3:20).

(Versos 12, 13) "Esperando y apresurando el advenimiento del día de Dios, en el cual los cielos, estando encendidos, serán disueltos, y los elementos se derretirán con ardiente calor. Empero conforme a su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y una tierra nueva en los que habita la justicia." El día del Señor no será necesariamente un día corto, y esta gran conflagración será la última escena en un programa largo, dando lugar a la aurora del día nuevo de la eternidad en que una tierra nueva será la habitación de la justicia.

Se encuentran tres grandes pasajes que hablan directamente del estado del alma en lo que llamamos la eternidad. Son 2 Pedro 3:8-13; Apocalipsis 21, y 1 Corintios 15. Según las enseñanzas de estos pasajes, el Señor Jesucristo va a reinar en la tierra durante todo el periodo del milenio, como Hijo de Dios e Hijo del hombre. Al terminar el milenio "vendrá el fin," en que la muerte misma será destruida. ¿Cómo podrá ser destruida la muerte? por la resurrección de todos los malos y su consignación al lago de fuego (Apocalipsis 20:14). Cristo habrá puesto entonces a todos sus enemigos debajo de sus pies, y estará listo para entregar el reino en manos de Dios. Todos los reyes de la tierra han tenido que rendir su reino a otro, por la violencia de sus enemigos o por la muerte. Cristo entrega su reino voluntariamente, después de un reinado pacifico de mil años. Hay tres esferas o estados de la justicia: aquella en que la justicia sufre, como sucede en la actualidad; otra en que la justicia reinará, que será durante el Milenio; más tarde vendrá un estado en que la justicia morará para siempre en la presencia de Dios. Pedro dice que este es el objeto de todos nuestros deseos, y, por lo tanto, estamos movidos a vivir limpios e irreprochables en el mundo a fin de identificarnos con estas esperanzas.

(Versos 15, 16) "Y tened entendido que la larga espera del Señor es para salvación; así como nuestro hermano Pablo, conforme a la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito; como también dice lo mismo en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas: en las cuales epístolas hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tuercen, así como hacen con las demás escrituras, para su propia destrucción." Esta referencia personal al apóstol Pablo está llena de hermosas lecciones para nosotros, porque demuestra cómo Pedro se ha olvidado por completo de la controversia que hubo entre ellos en Antioquia, en la cual él fue expuesto a la censura de todos. Esta es la obra de la gracia en el corazón, y es cosa hermosa pensar que antes de caer la cortina sobre la vida terrestre de nuestro apóstol tenemos este magnifico testimonio de su espíritu cristiano. Cualquier agitación o resentimiento que la escena en Antioquia pudo haber producido en su corazón ha desaparecido para siempre, y permanece simplemente un cariño constante y profundo para su compañero de trabajos. Es un caso de verdadero amor "sin fingimiento."

Es interesante volver la hoja y estudiar las otras tres referencias que el apóstol Pablo hace a Pedro en sus epístolas. Están todas en su primera epístola a los Corintios. Algunos de los creyentes de esa congregación se opusieron a los demás diciendo que eran partidarios de Cefas (1:12). Al mentar este hecho, Pablo condena enérgicamente esa actitud. Otra vez cuando está defendiendo su conducta como apóstol y su derecho de recibir el apoyo de los hermanos, dice: "¿No tenemos derecho de llevar en derredor con nosotros a una hermana, mujer propia, como los demás apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?" (9:5). De esto concluimos que la esposa de Pedro le había acompañado en algunos de sus viajes misioneros. La última referencia a Pedro es simplemente el hecho de que una de las apariciones de nuestro Señor después de su resurrección fue a Pedro y que éste había dado su testimonio de tal entrevista. "Sabemos que apareció a Cefas, luego a los doce" (15:5).

(Verso 17) "Vosotros, pues, amados mios, ya que conocéis estas cosas de antemano, tened cuidado, no sea que, siendo descarriados juntamente con los demás, por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza." No quiere que olvidemos que estamos rodeados de las fuerzas de la incredulidad y el materialismo y que es nuestro deber estar siempre vigilantes, poniendo cuidado para que no caigamos.

(Verso 18) "Antes bien, creed en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo." Esta última exhortación está en la forma de un mandamiento urgente: que Cristo sea el blanco que pongamos siempre delante para todos nuestros esfuerzos y en la práctica diaria de las virtudes cristianas, creciendo más y más en el conocimiento de Él y gozando más y más de su gracia. La verdad que estamos acentuando es siempre la que recibe los ataques más persistentes de Satanás. No lo olvidemos porque siempre que sepamos dónde trabaja Satanás, es fácil trastornar sus asechanzas. ¿Cómo vamos a defender la ciudadela de nuestros corazones? Por el contacto con Cristo. Hemos de creer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué buenas y sanas son estas palabras!

¡Qué el Señor haga penetrar esta verdad en nuestros corazones y que su Espíritu nos despierte a que estemos sobre alerta vigilando en oración para que no nos apartemos ni un paso de nuestra posición de fidelidad y de interés en su obra, porque así hemos de creer en la gracia hasta que llegue el día de su Advenimiento. "¡A Él sea la gloria, tanto ahora como en el día de la eternidad! ¡Amén!"