Simón Pedro
W. T. P. Wolston
1892
El Sendero de la Aflicción
1 Pedro 3:1 a 22
El estudio de esta epístola revela que hay un pensamiento que está siempre presente en la mente del apóstol, y es que el sendero del santo está rodeado de muchas dificultades; por eso, uno de los objetos de la carta es sugerir medios para vencerlas de tal manera que cada una contribuya algo para la gloria de Dios, Quien nos ayuda en todas ellas.
Por lo menos, esta es la interpretación que podemos dar a los consejos que hallamos en este capítulo. Comienza con un mensaje especial para las esposas, y se dirige particularmente a las mujeres cuyos maridos no son cristianos. La obediencia al marido es el deber que Dios ha impuesto sobre las esposas, pero naturalmente la mujer cristiana podría dudar si estuviera en vigor esa ley en el caso de un marido que no reconociera por su parte las obligaciones de la ley divina. Pedro contesta diciendo que sí, que la mujer debe sujetarse sin cavilar. Por supuesto se podría suscitar una cuestión en que la mujer estaría obligada a obrar en oposición a la ley de Dios. Como esos casos serian muy raros, la contestación es sencilla: no se debe deshonrar nunca a Dios.
"De igual manera, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros propios maridos; para que cuando algunos no crean a la palabra, sean ganados sin la palabra por medio del comportamiento de sus mujeres; observando vuestro comportamiento modesto, unido con temor." (versos 1, 2). Es posible que en circunstancias como éstas la prohibición del marido afecte el deber y el privilegio de participar de la Cena del Señor. ¿Qué es lo que ella debe hacer? Yo creo que su deber es muy sencillo: no manda Dios a los discípulos que participen de la cena sino que les es un privilegio hacerlo, y si el marido incrédulo interpone su voluntad, es el deber de la esposa estar sujeta a él hasta que Dios le abra el camino para otro proceder, y, sin duda, en hora oportuna quitará el obstáculo. El principio de la sumisión se encuentra en la ley de Dios, y nadie puede violar estas indicaciones claras de la palabra del Señor sin traer sobre sí, tarde o temprano, el juicio condenador con que Dios defiende su ley. Es mucho mejor esperar con paciencia la hora en que Dios haga desaparecer las dificultades y que la esposa no insista en el goce de todos sus privilegios a todo trance. ¿Por qué ha de sufrir la mujer esta limitación? Simplemente porque es el mejor modo de ganar a su marido. Su espíritu humilde y casta conducta es la mejor evidencia del poder del evangelio, y obra poderosamente. No puede haber una estimación más alta de la que damos a la hermana que por su conducta humilde y obediencia sencilla sirve de instrumento para la conversión de sus vecinos y parientes. Muchísimos, en verdad, son los hombres descuidados que se han ganado para el reino de Dios por la conducta ejemplar y piadosa de sus mujeres que han obrado siempre con cordura, porque han procurado en todo tiempo agradar a Dios por su buena obediencia. Aquí, como en otra parte de esta epístola el temor que entra como un elemento en determinar la conducta, es el reconocimiento de un peligro de desviarse del mandato de Dios y de producir en otros impresiones e ideas que no estén de acuerdo con el espíritu de la vida cristiana.
(Versos 3, 4) "Cuyo adorno no sea el adorno exterior, de trenzar el cabello, ni de traer atavíos de oro, o de vestir ropas lucidas: más sea adornado el hombre interior del corazón, con la ropa imperecedera de un espíritu manso y sosegado, que es de gran precio delante de Dios." Hay algo muy hermoso en esta referencia a las modas del día, porque no hay nada tan sujeto a los cambios como las modas, pero aquí el apóstol presenta una joya que nunca pierde su hermosura o deja de ser apreciada. ¡Ojalá que las mujeres, y también los hombres, anhelen poseer ese adorno que es de tan alto precio en los ojos de Dios, el adorno de un espíritu manso y sosegado! No es ornamento el que se podría lucir en los grandes festejos del mundo, pero su brillo no dejará de llamar la atención de todos los que lleguen a conocer al hombre interior de su dueño.
¿No es cosa digna de aprecio el poder vestirse de tal manera que Dios sea agradado? Nuestro cuerpo le pertenece lo mismo que el alma y el espíritu, y debemos vivir siempre para Él, procurando andar como siempre debajo de su vista.
(Verso 7) "De la misma manera vosotros maridos, habitad con ellas según inteligencia, como que es la mujer el vaso más débil: dándoles honra, como que sois también coherederos de la gracia de vida eterna para que vuestras oraciones no sean estorbadas." Si la mujer debía estar sujeta al marido, era el deber del hombre darle a ella honra, tratándola como digna de su cuidado y protección como una colaboradora dada a él por Dios mismo. Es muy digna de notarse la buena razón que cita para esta actitud: "para que vuestras oraciones no sean estorbadas." La idea es que la vida doméstica debe estar libre de discordias, para que sea posible en toda hora darse a la oración en medio del hogar. Siendo herederos todos juntos de la gracia de vida, es decir, de la vida nueva en Cristo, y necesitando conservar la comunión con Cristo, debemos procurar que nada ocurra en la familia que interrumpa la corriente tranquila de esa vida de comunión.
Es una de las leyes de la gracia que el secreto de poder espiritual no depende del culto de oración en la congregación sino en el espíritu de oración que domina donde se reúnen dos o tres. Cristo mismo nos ha dado este principio, y la experiencia prueba que no hay bendición mayor que la que acompaña los ratos de comunión con Dios en que se hincan juntos los miembros de un matrimonio.
(Verso 8) "En fin, sed todos vosotros de un mismo ánimo, simpáticos, amándoos mutuamente como hermanos, compasivos, corteses." Es un cuadro ideal que nos debe estimular a los mayores esfuerzos para obtener la armonía en la Iglesia, reconociendo que las tendencias naturales son hacía la desunión a causa de la diversidad de nuestros intereses. Es necesario trabajar para impedir los estorbos, cultivando un espíritu de simpatía el uno para con el otro. Y luego se forma una trinidad de virtudes raras, la compasión, la cortesía y la humildad. "No volviendo mal por mal, ni ultraje por ultraje, sino al contrario, bendiciendo a vuestros enemigos, porque para esto mismo fuisteis llamados, para que heredaseis bendición". (verso 9). Pedro reconoce que es imposible que el mal no venga, porque estamos viviendo en medio de una generación perversa, pero es el privilegio del hijo de Dios contrarrestar la corriente de maldad volviendo bien en lugar de mal. No podremos apetecer mejor privilegio que este como santos de Dios, porque es el medio de heredar el mayor bien por parte de Aquel que reparte las bendiciones duraderas.
(Versos 10, 11, 12) "Él que quiere amar la vida y ver buenos días, detenga su lengua de mal y sus labios para que no hablen engaño; apártese del mal y obre el bien; busque la paz y vaya en pos de ella. Porque los ojos del Señor están sobre los justos y sus oídos abiertos están a sus plegarias; pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal." La cita es de un pasaje muy familiar del Salmo 34. Es la tercera cita del Antiguo Testamento que hemos hallado en la epístola, y es muy digno de notarse cómo el Espíritu de Dios dirige la mente del apóstol haciéndole escoger tres pasajes distintos y típicos para que nos sirvan de edificación. En el primer capítulo Pedro citó una porción de la ley (1216): en el segundo capítulo hallamos una cita de los profetas (2:10) y aquí tenemos una cita del libro de los Salmos. Sin duda Pedro sigue un plan al traer estas enseñanzas hermosas a nuestra atención, que es encarecer el acatamiento que se debe dar al gobierno moral de Dios sobre los que son su pueblo y que se encuentran viviendo en medio de los sinsabores de esta vida.
Comentando sobre la buena lección en el versículo 10, me permito advertir que siempre se gana mucho y no se pierde nada al detener la lengua del mal. Los cristianos que obedecen al Señor refrenando sus lenguas son los que ven buenos días.
Es necesario buscar la paz y perseguirla con ardor. Es mucho más difícil hallar la armonía que el desacuerdo, y el que quiere pasar por el mundo heredando la bienaventuranza de los pacificadores, tendrá que buscar la paz, hacer esfuerzos continuos para obtenerla.
Hay algunos que se inquietan al pensar que los ojos de Dios están sobre ellos. El conocimiento de esta verdad no debe inquietar sino consolar en gran manera. Es Dios el que justifica. ¡Que vea todo, pues, y que se nos permita alzar la vista hacía Él y considerar que estamos viviendo en su presencia recibiendo de Él fuerzas no solamente para obedecerle a Él, sino para resistir al enemigo! "Los ojos del Señor están sobre los justos y sus oídos abiertos están a sus plegarias." Esta es una de las enseñanzas más dulces que tenemos sobre el privilegio de la oración. Pedro no hubiera citado este pasaje si no fuera que él sintiera continuamente la necesidad de la oración y de la comunión con Dios. Pero nos llama la atención a una relación esencial entre nuestra conducta y la eficacia de nuestras oraciones. Es cuando andamos rectamente que Dios atiende a nuestras plegarias. Algunos dicen que Dios no siempre contesta las plegarias. Bien, en ese caso sería bueno examinar la situación y ver si Dios no sostiene una controversia con ellos. "El rostro del Señor está contra los que obran mal." Creo que estas palabras son aplicables también a los que son cristianos, lo mismo como a los inconversos. Si el hombre está procurando vivir rectamente en todas sus acciones, no cabe duda de que los ojos de Dios han reconocido su -conducta y que los oídos de Dios ya se han inclinado para tomar en cuenta lo que pide. Para la tal persona no hay ninguna de sus plegarias que sean vanas porque goza de la presencia de Dios en su corazón y anda bajo su dirección. El único modo de gozar de la vida cristiana es aprender a gozar de la presencia constante de Dios.
(Versos 13, 14) "¿Y quién es aquel que os maltratará, si sois celosos de lo que es bueno? Mas aun cuando padecéis por la justicia, bienaventurados sois; no temáis pues a causa del temor que ellos inspiran, ni seáis perturbados." El mal nos rodea y es imposible escapar de algunas de sus consecuencias, así es que la aflicción puede ser nuestra compañera. Mas estas pruebas realmente no obran mal, y los hombres no tienen por costumbre visitar su ira sobre los que obran bien sino sobre los malhechores. De vez en cuando la malicia de los hombres es despertada por la buena conducta de los hombres, y un espíritu de venganza en ellos prorrumpe en ira sobre la cabeza de los cristianos, "Si padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois." Haced lo bueno porque es bueno y venga lo que viniere, aunque sufráis en cosas materiales, el dolor traerá gozo y no aguijón porque Cristo es glorificado. De la misma manera Pablo escribe palabras a los tesalonicenses porque supo que estaban pasando por una prueba de esta misma clase. Pedro nos pone otra regla diciendo: "Santificad al Señor Cristo en vuestros corazones". Es el mejor bálsamo para las heridas recibidas en el conflicto con el pecado: exaltar al Señor Cristo en nuestros corazones porque Dios le ha exaltado también a su diestra.
(Verso 15) "Empero, santifica al Señor Cristo en vuestros corazones, y estad siempre prontos a dar respuesta a todo aquel que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros, empero con mansedumbre y temor." Debe ser cosa fácil dar una buena razón en explicación de la esperanza gozosa que tenemos. La esperanza no se detiene entre las incertidumbres dudosas sino que se viste de la alegría del gozo anticipado. Nosotros, más que nadie, debemos considerar que tan altas pretensiones no serán admitidas sin buenas razones, y las debemos presentar con tanta claridad y con un espíritu tan manso y sencillo que no quepa lugar para la burla ni para la duda. Naturalmente la mejor razón de todas es la prueba de la experiencia personal. El cristiano se regocija en grandes esperanzas para el futuro porque es testigo de una grande obra de gracia efectuada ya en su propio corazón. Si Dios ha hecho tan grandes cosas en beneficio de mi alma, ¿por qué no se le presenta Ud. también, amigo mío, pidiendo la misma gracia abundante?
(Verso 16) "Teniendo una buena conciencia: para que en aquello mismo en que dicen mal de vosotros, sean avergonzados los que vituperan vuestra buena manera de vivir en Cristo." Si yo como cristiano tengo una mala conciencia, estoy enteramente sin poder. Si he obrado aparte de Cristo, no puedo confrontar a Satanás ni tampoco a los hombres; pero me es permitido siempre ir al encuentro de Dios si voy confesando y renunciando el pecado que me había separado de Él, porque me encontraré con su misericordia, y su gracia me hará sentir la operación de su perdón purificador. Con la conciencia limpiada por medio de este encuentro con Dios, tengo otra vez valor para hacer frente a Satanás y arrostrar a cualquier hombre.
Defendiéndose contra el ataque de enemigos, Pablo dijo (Hechos 24:16): "En esto también me ejercito, para tener siempre una conciencia sin ofensa para con Dios y los hombres." Esta es la única manera de guardar la conciencia limpia; porque cuando la conciencia obra, es señal de que tiene algo de qué acusarnos. La conciencia y la comunión no pueden existir juntas, porque al gozar de la comunión con Dios, me ocupo enteramente de Él, mientras que en el examen de la conciencia, me ocupo de mí mismo o de las faltas que haya cometido. Esta confianza que tengo en Dios es como un escudo, el escudo de la fe; y la justicia de Dios me sirve de coraza, las cuales me permiten saber y sentir que no hay nada que Él condene en lo que he hecho, o que sea ocasión de ofensa para los hombres.
(Verso 17) "Porque es mejor, si así quiere la voluntad de Dios, padecer haciendo bien, que haciendo mal." No es fácil acomodarnos a una situación de esta clase, pero si somos cristianos, tenemos que seguir el ejemplo que Cristo nos ha dejado. Él hizo muchos bienes y sufrió con paciencia la ingratitud de los hombres, mas debemos preocuparnos por que nunca suframos como consecuencia de nuestra propia maldad, porque Cristo ha sufrido una sola vez para siempre por nuestros pecados, y no hay más castigo por ello. El apóstol nos dice que el sufrimiento a causa de la justicia nos debe traer la alegría y que debemos gloriarnos en aflicciones a causa de Cristo, pero que nadie sufra como malhechor, puesto que Cristo llevó el peso de esos pecados ya.
(Verso 18) "Porque Cristo también padeció por los pecados, una vez para siempre, el justo por los injustos, a fin de traernos a Dios, cuando fue muerto en cuanto a la carne pero vivificado en cuanto al espíritu." Aquí tenemos la gloriosa doctrina de la ley de expiación, por medio de la cual el pecador es traído a Dios, no al cielo ni a la gloria, sino traído a Dios en la persona del Cristo doliente. "Fue muerto en cuanto a la carne," es decir, su muerte se verificó realmente por cuanto era hombre; pero "fue vivificado en cuanto al Espíritu" y el Apóstol agrega: "en el cual también, yendo, predicó a los encarcelados espíritus," (Versos 19-22) "los cuales en otro tiempo eran incorregibles cuando esperaba la larga paciencia de Dios, en los días de Noé, mientras se preparaba el arca en la cual unas pocas almas, es decir, ocho, fueron traídas en seguridad por en medio del agua; la cual era tipo del bautismo que ahora nos salva a nosotros también (no el quitársenos la inmundicia de la carne, sino la respuesta de una buena conciencia para con Dios), por medio de la resurrección de Jesucristo, el cual, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios, estando sujeto a Él ángeles y autoridades y potestades." La causa de esta interpretación rara dada por el apóstol es que la compañía de los cristianos judíos era relativamente muy pequeña en comparación con la gran masa de la nación, y los judíos incrédulos muchas veces se burlaban de los fieles a causa de su apego a un Cristo ausente y lejano. Procuraron ridiculizar su fe como careciendo de todo elemento de realidad. El apóstol dice que sí, es necesario confesar que nuestra religión es espiritual, pero ésta no está en su contra. El Espíritu de Cristo obraba en medio de los hombres en los días de Noé, sin dejarse ver por ellos, y no se salvaron más de ocho de ellos. El pequeño rebaño que rodeaba a Noé fue justificado mientras que toda la masa de los hombres fue condenada, cayendo el juicio de Dios sobre ellos a causa de su incredulidad. De la misma manera vendrá el juicio de Dios sobre los incrédulos de la nación judía en el tiempo de Pedro y en el día de hoy.
Algunos cristianos interpretan este pasaje de otra manera. Dicen que nos enseña que nuestro Señor, en el intervalo entre su muerte y resurrección, abandonando su cuerpo en la tumba, fue a visitar el Sheol y a los espíritus que habían sido desobedientes en el tiempo de Noé. La dificultad con esta interpretación es que limita la misión de Cristo a una porción pequeña de los desobedientes, que no es de creerse dado su carácter de misionero de buenas nuevas. La Escritura tiene un pasaje que dice: "No dejarás mi alma entre los muertos" (en el Sheol) (Salmo 16: 10), dando a entender que efectivamente su alma visitó ese lugar. Pero es necesario tener presentes las ideas humanas que se mezclan con las revelaciones del Espíritu, y es más razonable decir que el Sheol es más bien una condición o estado, y no un lugar. Se nos habla de una habitación de los bienaventurados, y otra de los malvados, usando el mismo término Sheol, de manera que podemos inferir que Cristo, en espíritu pasó a la habitación de los bienaventurados. Antes de morir había dicho al ladrón que estuvo a su lado en la cruz: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso." También dijo: "Padre en tus manos encomiendo mi espíritu." Así es que podemos rechazar aquella interpretación de este pasaje en Pedro, y concluir que el Sheol que Él visitaba no era la "prisión" en que se encontraban los espíritus de los malvados del tiempo de Noé.
En realidad fue el Espíritu de Cristo en la persona de Noé mismo el que predicó a los antediluvianos. ¿Tenemos autoridad para tal interpretación? Sí, en el primer capítulo de esta misma epístola tenemos una expresión que no admite otra interpretación (1:10, 11). Fue el Espíritu de Cristo en los profetas el que los capacitó para escribir y para entender las Escrituras. De la misma manera podemos entender que el Espíritu de Cristo en Noé, le capacitó para proclamar el Evangelio a los antediluvianos dejándoles sin excusa en su desobediencia. En el capítulo seis de Génesis Dios declaró que "Mi Espíritu no contenderá para siempre con el hombre." Es la voz misma de Dios la que habla. Sabemos que ese Espíritu luchaba con aquellos hombres durante ciento veinte años, porque Dios, por medio de Noé les advertía de la justicia y de los juicios venideros. Pedro habla de ellos como espíritus encarcelados, refiriéndose a su estado en el tiempo en que escribía y no al tiempo de su desobediencia.
Como he dicho ya, creo que hay dos razones porque Pedro introduce esta enseñanza. La compañía de creyentes era pequeña en comparación a los demás judíos, y éstos los despreciaron porque su adhesión a un Cristo ausente y espiritual contrariaba todas sus ideas antiguas en cuanto al reino del Mesías. Pedro quiso consolarlos sobre estos dos puntos, e hizo comparación entre los ocho salvados en tiempo de Noé con las multitudes que fueron destruidas. La popularidad de una idea no determina su autenticidad. Además, el caso de un Mesías ausente dirigiendo los destinos de su pueblo no está en contra sino en armonía con toda su historia nacional, como se prueba en el caso de la predicación de Noé.
Termina con una referencia a los creyentes y a su condición actual como consecuencia de la resurrección del Señor. El agua, que fue el elemento por el cual los antediluvianos perecieron, obró para el sostenimiento del arca y la salvación de Noé. De la misma manera, el simbolismo del bautismo es simbolismo de salvación. La respuesta de una buena conciencia tiene que seguir la pregunta hecha por la buena conciencia, y en el momento en que el creyente ha sentido el poder vivificador del Espíritu, procura saber de qué manera puede estar delante de Dios justificado. Pedro nos dice de qué manera se responde a esa pregunta. No es por cualquier quitamiento de la inmundicia que nosotros mismos hagamos, sino por el limpiamiento de pecado hecho por el Salvador. En el bautismo, se toma en cuenta el limpiamiento por la sangre de Jesucristo. Como Noé, el creyente es llevado por el agua del lado de muerte y juicio al lado de salud y justificación.
Luego Pedro levanta la vista y contempla a Cristo
su Señor, resucitado y ascendido al cielo, donde recibe
el homenaje de la hueste celestial. Era un cuadro muy
animador para los creyentes de entre los judíos. Tenemos
una buena conciencia y un Cristo glorificado,
y estamos en Él al otro lado de la muerte y del juicio,
a la diestra de Dios. Esta es la porción bendita del
cristiano en este mundo.