Simón Pedro
W. T. P. Wolston
1892
Exhortaciones
1 Pedro 5
El apóstol vuelve a las exhortaciones. Con las del capítulo anterior había mezclado ciertas enseñanzas con respecto del gobierno de Dios, en vista de que la Iglesia formaba el nuevo cuerpo espiritual que Pedro llama la Casa de Dios (10, 17, 18). En este capítulo dirige sus exhortaciones a los ancianos y a los jóvenes de la Iglesia. Parece que no hay razón para decir que habla a oficiales de las iglesias que llevaban el título de "ancianos," sino a todos los de mayor edad en la congregación. Hemos visto en el libro de los Hechos que se hacía una distinción natural entre los de edad madura y los que eran jóvenes, sin querer decir que los primeros eran oficiales. Pedro se pone en la misma categoría refiriéndose a su edad y no a su posición en la Iglesia. En las epístolas de Pablo entendemos que los ancianos fueron encargados de ciertos deberes como personas de más responsabilidad. No era necesario que gozaran de dones especiales del Espíritu Santo. En su epístola a Timoteo vemos que Pablo hace una distinción entre los ancianos que gobernaban y los que enseñaban. No sabemos cómo fueron nombrados, pero es evidente que cada uno ocupaba una posición oficial por el nombramiento directo de los apóstoles o de alguien delegado por ellos. No pueden existir funcionarios de la misma categoría en nuestras asambleas modernas, porque nadie tiene el poder competente para su ordenación, pues los que pretenden tenerlo no pueden probar que son apóstoles o que tienen poderes delegados a ellos por los apóstoles. Él que presume ocupar tal posición no habla verdad, y los que eran los sucesores de los apóstoles eran "lobos rapaces" que no perdonaron el rebaño.
Ahora si tuviéramos el poder, ¿dónde comenzaríamos para el nombramiento de ancianos? Sería necesario sacudir todo el mundo cristiano hasta sus cimientos y efectuar una unidad en él que fuera patente y aceptable a todos. ¿Dónde comenzaría Pablo a buscar ancianos si estuviera en el mundo ahora? No podría hacer nada porque no hay unidad entre los grupos, así que no podría decir: Esta es la Iglesia de Cristo.
Pero no me entienda Ud. mal; hay muchos hombres que están haciendo la obra de ancianos y la bendición de Dios está sobre su obra aunque no toman para sí ese título. Están sirviendo a Cristo y recibirán su buena recompensa más tarde. Es mucha presunción demandar autoridad donde no existe. No existe una organización eclesiástica que pueda decir con derecho que es la única Iglesia de Cristo, ni hay hombres que puedan arrogarse el título de poder apostólico.
El Señor percibió que era imposible evitar la introducción del desorden en su casa espiritual, y en su sabiduría dejó de establecer un sistema que expusiese irremediablemente a la disolución y la discordia. Cristo no cedió autoridad de gobierno a ningún hombre porque con ciencia sobrehumana veía las tendencias inevitables de un ejercicio de poder por parte de un hombre sobre otro. Así es que no ordenó ningún plan para la continuación de las funciones apostólicas, sino que surtió la Iglesia con la Palabra del evangelio, las promesas de su gracia y la operación libre del Espíritu en el corazón de cada uno.
(Verso 1) "A los ancianos pues que están entre vosotros, les exhorto, yo que soy anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, siendo también participante de la gloria que ha de ser revelada." Al contemplar sus relaciones con su Maestro mira primeramente en una dirección y luego en otra; recuerda todos sus sufrimientos y entonces vuelve para contemplar su gloria porque no duda de que la verá pronto. Entre estos dos extremos se encuentran los santos de este mundo, y encomienda a los ancianos que se dediquen a su cuidado.
(Verso 2) "Pastoread la grey de Dios que está entre vosotros, ejerciendo la superintendencia, no de necesidad, sino con buena voluntad que sea según Dios, ni por torpe ganancia sino de ánimo pronto." Aquí se encuentran varias expresiones muy hermosas que han venido a enriquecer nuestros conceptos de la Iglesia: "El rebaño de Dios que está entre vosotros." Como Cristo describió su solicitud para los desviados bajo la parábola de un Buen Pastor, Pedro invita a estos hombres que tomen sobre si el cuidado cariñoso de los miembros de la congregación que estén expuestos a sufrir necesidad o de vagar del camino recto. No dudo que recuerda de los encargos especiales que él mismo había recibido del Señor resucitado. En esa ocasión el encargo no fue dado ligeramente sino acompañado de ese escudriñamiento del corazón que no dejó nada cubierto y que le obligó a examinarse bien a ver si en verdad tenía amor para su Maestro. Cuando Pedro salió sin tacha del escrutinio del Señor, Cristo repitió el encargo. Son las mismas condiciones las que Cristo demanda ahora de los que piensan encargarse del cuidado de los corderitos de su rebaño.
El apóstol encomienda la tarea a los que están libres de motivos rastreros y en una condición para prestar servicios voluntarios. Parece que el Espíritu divino anticipaba la decadencia que vemos en el Cristianismo de hoy en día, que es el resultado de una prostitución de estos encargos sagrados. Los que son pastores trabajan como profesionales que ganan un sueldo. El sistema moderno está en violación directa a estas indicaciones del Espíritu y se condena por esta misma escritura. Pablo estableció la regla que aquellos que se dedicaban al trabajo de ministrar en cosas espirituales deben de participar de las cosas temporales. Pero no es regla que él haya admitido en su propio caso. Dice: "Yo empero no me he valido de ninguno de estos derechos, y no escribo estas cosas para que se haga así conmigo" (1 Corintios 9: 15). El principio divino para la dirección de un siervo de Cristo es que debe de andar por la fe, dejando el resultado con Dios. Es Dios él que se encarga de suplir todas nuestras necesidades. "Ni por torpe ganancia, sino de ánimo pronto." ¿Con qué motivo, entonces? Simplemente a fin de servir a Cristo por medio del servicio prestado a su pueblo, y no hay nada más deseable que el privilegio de participar de alguna manera en la edificación de la Iglesia de Cristo.
(Verso 3) "Ni tampoco como si tuvieseis señorío sobre la herencia de Dios, sino al contrario, como siendo dechados de la grey." La traducción no es exacta al haber agregado "de Dios", pues no son palabras de Pedro. La idea es, literalmente, "como si tuvieseis una herencia sobre qué señorear," o "como si fuerais amos sobre vuestros propios dominios." La obra de pastorear un rebaño es mucho más que proveerle el alimento necesario; incluye el trabajo de sacar algunas ovejas del chaparral donde se han metido, defenderlas contra peligros, cuidarlas durante la noche y atender a las que están enfermas. Existen trabajos análogos en el cuidado de la grey espiritual.
Todo don necesario para el desarrollo de la Iglesia ha sido dado a los hombres, pero en muchos casos el orgullo y el egoísmo de ellos han limitado el uso de estos dones. Se cambia por completo la actitud del pastor cuando llega a sentir que los santos forman el rebaño de Dios y no de él, y que su amor para Dios debe dar dirección a cada esfuerzo suyo. Supongamos que ellos son muy fríos, espiritualmente, y el pastor desea calentarlos. No lo puede hacer si no posee mucho ardor espiritual. Supongamos que tienen poco amor para su pastor; será necesario abundar en amor para ellos. Existen celos; es necesario trabajar con tranquilidad dando un buen ejemplo de modestia. El pastor tiene que "ir delante" y no arrear con lazo y chicote. Tiene que ser su guía en los lugares tenebrosos y consolarlos con la esperanza de la venida del Pastor principal. Si así lo hace, recibirá la corona inmarcesible de gloria. Puede ser que este siervo de Dios sea desconocido por la multitud pero no será olvidado por el Pastor principal.
En el capítulo diez de Juan se nos habla de Cristo como Buen Pastor dando su vida por sus ovejas. En el capítulo trece de Hebreos se habla de Él en su resurrección, y es llamado el Gran Pastor de las ovejas, porque por su resurrección manifestó ese poder infinito que impedirá que alguien las arrebate de sus manos. Como Pedro y muchos otros han trabajado como ayudantes y subalternos, se habla aquí de Cristo como el Pastor principal. Tengamos bien presente que Cristo nunca deja de ser el Pastor de su grey. La ama ahora lo mismo como cuando anduvo en persona entre ella, y dirige los destinos de cada una de las ovejas moviendo el corazón de algún hermano o del pastor humano para que administre a su necesidad. De esta manera nos permite ayudar en su servicio y ganar el premio de esa corona especial que se dará a los que se han ocupado del bienestar espiritual de sus hermanos. Digo, no creo que esta corona sea para todos. Hay una "corona de justicia" que será dada a los que "aman su venida." Esa corona debe ser la posesión de todo hijo nacido del Espíritu, porque es imposible ser verdaderamente un hijo de Dios y no desear ardientemente la llegada del día en que Cristo ha de aparecer en gloria. Así es que creo que la corona de que habla Pablo en su carta a Timoteo (2 Timoteo 4:8) será la herencia de todo creyente.
En Santiago oímos de otra corona que se llama "la corona de la vida." Esa corona también puede ser suya porque se dará a los que son fieles en la prueba y que siguen amando a Dios a pesar de las aflicciones. Hablando a los hermanos de la Iglesia de Esmirna el Señor dijo: "Sed fieles hasta la muerte y yo os daré la corona de la vida" (Apocalipsis 2:10). Estaban sufriendo una persecución terrible. Algunos de ellos iban a dar sus vidas en testimonio de su fidelidad a su Maestro. Cristo había pasado por esas mismas aguas del martirio. Desde la otra ribera los llama diciendo. "Si pasáis por las aguas yo os sostendré, y al llegar acá ceñiré vuestras sienes de la corona de la vida." Tal vez la prueba por la que pasa Ud. no es hasta la muerte, pero no es menos hermosa la otra corona de gloria que se ofrece a todo aquel que trabaja con fidelidad en la obra de apacentar las ovejas del rebaño de Cristo.
(Verso 5) "De la misma manera vosotros los jóvenes, someteos a los ancianos; y todos vosotros, ceñíos de humildad, para servir los unos a los otros, porque Dios resiste a los soberbios, más da la gracia a los humildes." Sin la humildad no puede uno ser guiado. "A los mansos dirigirá en juicio y a los humildes enseñará su camino." Los humildes son los que gozan del mejor cuidado divino. "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón." Así Cristo mismo nos da el ejemplo y la experiencia nos lo comprueba, que la humildad es la más hermosa y la más rara de las virtudes cristianas. Digo la más rara porque la cosa más insignificante es muchas veces suficiente para despertar el amor propio. Pablo agrega su propio testimonio sobre este particular diciendo que tan perverso es el corazón humano, que él no se atrevió a decir las cosas que le habían sido reveladas en visiones de gloria, porque temía que fuese una ocasión para jactancias humanas. Después de pasar por una experiencia que él llama una visita al tercer cielo, dice que le fue dado un aguijón en la carne para que no se enalteciera sobremanera. Muchas veces nos engreímos simplemente porque hemos sido el objeto de la misericordia del Señor o porque nos ha traído a un lugar de luz y libertad en el evangelio. La única seguridad para el siervo de Dios es un espíritu de la más completa abnegación y humildad.
La mano de Dios está contra todo aquello que pretende poseer en si la verdad y la luz y la justicia. Es fácil arrogarse para sí estas virtudes, pero otra cosa muy distinta es mantener las pretensiones por mucho tiempo, porque el que así hiciere, se pone en las manos del enemigo, quien tarde o temprano obrará su ruina y se holgará en su triunfo porque trae más deshonra al Nombre del Señor Jesús. "Dios resiste a los soberbios más da gracia a los humildes." Acordémonos que esta amonestación se dirige a los cristianos y que es cosa muy solemne ponerse en una posición tal que Dios sea obligado a resistirle. Es cosa terrible, digo, seguir con un plan que nuestro orgullo haya dictado, sabiendo que está contra la voluntad de Dios y también que Dios lo traerá a la nada. El orgullo es la rebelión, y Dios lo condena, no porque Él quiera ser supremo y dominar nuestra voluntad, sino porque el orgullo abre la puerta para toda clase de pecado. Dios sabe que el corazón humano es "sumamente engañoso y desesperadamente malo" (Jeremías 17:9).
"Por el orgullo viene la contención," dice el proverbio. Si se suscita facción y desavenencia en la congregación, téngase por cierto que el orgullo es la causa. Si Ud. insiste en que otros respeten sus derechos, el Señor no tardará en humillarle. Ud. puede conseguir lo que demanda pero pierde la bendición divina. El cristiano debe tener un espíritu flexible como el hule en su trato con los hermanos y adamantino contra el diablo. (Véase verso 9).
(Verso 6) "Humillaos, por tanto, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os ensalce a su debido tiempo." ¡Cuánto más nos conviene obrar de esta manera y esperar hasta que Él nos exalte y no sufrir la humillación de una derrota en todos nuestros planes! "Él que se ensalza será humillado"; este es el retrato del primer hombre. "Él que se humilla será ensalzado"; este es el retrato del segundo Hombre. El primer hombre ambicionaba ser como los dioses conociendo el bien y el mal, y cayó en el lazo de Satanás; el segundo Hombre, "que no estimó el ser igual a Dios cosa a que debiera aferrarse" porque era Dios, se despojó de sí mismo y se humilló hasta el polvo, y Dios le ha ensalzado hasta la suprema gloria.
Dios se vale de dos medios para hacernos humildes: revelando a nuestra conciencia lo que somos en realidad - ese fiel retrato del corazón perverso es un golpe fatal a nuestro amor propio, aunque no nos vemos con toda la claridad con que Dios nos ve - y en segundo lugar, revelándonos lo que Dios tiene en su propio corazón, de bondad y paciencia y longanimidad hacía nuestras faltas y fracasos. Él no nos perfecciona en esta virtud en un momento, pues hay una gran diferencia entre el ser humilde y el ser humillado. Soy humilde cuando reconozco que estoy en la presencia de Dios y que Él es santo y excelso. Soy humillado cuando la caída de todos mis castillos en el aire me obliga a fijarme en mi propia pequeñez y nulidad.
(Verso 7) "Echado sobre Él todo vuestro cuidado, puesto que Él cuida de vosotros." Este es uno de los versículos de más consuelo para el cristiano en toda la Biblia. ¡Qué consuelo es descansar completamente en Él en medio de todos los trastornos y mudanzas de esta vida, el saber que Él lo sabe todo y que está cuidando de mí! Si esto es cierto ¿por qué acobardarse? ¿No es una pérdida de fuerzas cuando dos se ponen a cuidar de un solo objeto? Si Ud. se acongoja con respecto de su futuro, impide el desarrollo de los planes de Dios. Si cree que Él cuidará de Ud., no tiene que hacer más que echarse en los brazos del buen Padre y esperar el resultado sin temor y sin zozobra. Al aprender por la experiencia la perfección con que Dios cumple con este encargo que dejarnos en sus manos, quedarnos libres para ocuparnos enteramente de las cosas que pertenecen a Él y que Él quiere poner a nuestro cargo.
(Versos 8, 9) "Sed sobrios, sed vigilantes; nuestro adversario el Diablo, corno león rugiente, anda en derredor, buscando a quien devorar: Resistidle, pues, firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos que están en el mundo." Él cuidado de Dios no quita la necesidad de ser vigilantes. Hay que recordarse que el adversario de nuestras almas anda en derredor, buscando a quién devorar. Tal vez esta es otra referencia a las persecuciones por las que los fieles hebreos de aquel tiempo tenían que pasar. Más tarde se cambia la figura, y Satanás es una serpiente que procura introducir el veneno de la corrupción moral.
"Sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos que están en otras partes." Es la tendencia de todos creer que no hay otra suerte tan dura o camino tan pesado como el que uno está obligado a trazar. Pedro desmiente esa idea y nos recuerda que cada uno está cargado de su propia responsabilidad y que no estamos solos en el padecimiento. Por esto nos encomienda "al Dios de toda gracia," quien es poderoso de guardarnos de tropezar. La gracia divina nos sostiene, y la necesitamos a cada momento de nuestra vida.
(Versos 10, 11) "¡Y el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después que hayáis sufrido por un poco de tiempo, Él mismo os perfeccionará, os afirmará! ¡A Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos! Amén." Dios nos ha llamado a su gloria por medio de su Hijo, Jesucristo, pero no nos lleva inmediatamente a su seno sino que nos deja en este mundo por un poco de tiempo para que suframos un poco, y mientras tanto nos perfecciona, nos afirma y nos fortalece en espíritu. Debemos considerar que este tiempo de prueba es corto comparativamente. Esta palabra "poco" trae consuelo a algunos, si no a todos. Otro apóstol nos ha consolado diciendo: "Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá Él que ha de venir y no tardará." No es la muerte lo que debemos esperar sino la venida del Señor.
"Perfeccionar, corroborar, establecer." ¡Qué magnífico lugar es este en que Dios nos quiere poner, donde podemos gozar del vigor de la operación de su gracia en la corroboración de nuestra vida espiritual! Él que nos ha llamado se ocupa también de nuestro perfeccionamiento. Tenemos todo asegurado desde el momento en que nos entregamos a sus manos. Tenemos todo estímulo para nuestra animación, la fuerza necesaria para cada labor, consuelo para cada aflicción y abundante esperanza para establecer nuestro camino. Están obrando a nuestro favor el propósito, el llamamiento y la gracia sostenedora por todo el camino de nuestra peregrinación hasta que nuestros pies crucen la puerta de la gloria.
(Verso 12) "Por medio de Silvano, nuestro fiel hermano, según yo le reputo, os he escrito brevemente, exhortando y testificando que esta es la verdadera gracia de Dios; estad firmes, pues, en ella." Muy hermoso en verdad es este testimonio del apóstol en cuanto a la gracia de Dios, terminando la epístola diciendo que todo su mensaje puede ser comprendido en un testimonio a favor de la gracia divina. Dios conceda que nuestra experiencia diaria sirva más y más para confirmarnos en la convicción de que esta palabra interpreta para nosotros todo el plan y toda la revelación de sí mismo que Dios nos ha hecho.
(Verso 13) "Os saluda la que está en Babilonia, escogida juntamente con vosotros, y también Marcos mi hijo." No sabemos a quién se refiere el apóstol aquí. Por más de diez y ocho siglos la opinión universal ha sido que Pedro habla de una congregación que se encontraba en Babilonia, el lugar de donde envía la epístola. Es la opinión de muchos estudiantes modernos de las Escrituras que es simplemente una referencia a la esposa de Pedro. El original admite esta interpretación personal, como también esta otra, que la persona era alguna señora distinguida cuyo nombre no era necesario mentar. Todas estas son meras conjeturas. Ni sabemos quién era el joven Marcos, si era hijo carnal de Pedro o algún hijo de la fe, o tal vez el mismo Marcos que fue el autor del Evangelio que lleva su nombre. Si me permite dar mi propia opinión (que no tiene ninguna autoridad), diré que la elegida de Babilonia significa la hermandad que formaba una congregación local, y Marcos es hijo solamente en la fe, como Timoteo lo era de Pablo.
(Verso 14) "Saludaos los unos a los otros con beso de amor fraternal. Paz a todos los que estáis en Cristo." Pedro quiso que los saludos comunes fuesen usados por los cristianos, no con hipocresía sino como expresiones de verdadero afecto cristiano. La paz es la culminación de la felicidad cristiana y forma la bendición más hermosa que el apóstol puede pedir para ellos.
Un repaso de nuestro estudio de la epístola corrobora
la impresión que es una de las más hermosas que tenemos
en las Escrituras. Comienza con la vocación celestial;
nos abre la puerta para que entremos en un real
sacerdocio y nos ocupemos de sus sagrados deberes;
nos exhorta a soportar las pruebas de persecución y
padecimiento con humildad; nos anima con la presencia
del Espíritu y la aprobación del Padre, y termina
consolándonos con la seguridad de nuestra vida bajo
el cuidado del Padre y su plan glorioso para nuestro
perfeccionamiento y nuestra entrada en gloria por la
gracia de su Hijo.