Simón Pedro
W. T. P. Wolston
1892
Negando al Señor que los Compró
2a de Pedro, capítulo 2.
En éste y en el capítulo que sigue el apóstol nos llama la atención, y la de todos los creyentes, a dos formas de mal que caracterizan los postrimeros días. El capítulo 2 nos presenta las doctrinas falsas y nocivas que maestros indignos enseñarán, como capa para ocultar sus propias prácticas inicuas. En el capítulo 3 el apóstol indica cómo se aumentará la incredulidad y la oposición, describiendo condiciones que corresponden a las que tenemos en estos días actuales, especialmente la negación de la posibilidad de la segunda venida del Señor, alegando que tales cambios materiales y sociales demandarían un trastorno completo en todo el universo, cosa que la ciencia declara imposible.
Si yo hubiera tenido dudas en cuanto a la verdad de las Escrituras como revelación de Dios, les habría perdido después de leer esta segunda Epístola de Pedro, pues a mi parecer las profecías de él se han cumplido en parte, en las condiciones que encuentro en la sociedad actual, condiciones contra las cuales el Espíritu nos amonesta con toda solemnidad.
(Verso 1) "Empero había además falsos profetas en medio del pueblo, así como también habrá falsos maestros en medio de vosotros, los cuales introducirían herejías destructoras, renegando aun al Señor que los rescató, trayendo sobre si una presurosa destrucción." Al negar al Señor que los rescató, rechazan las pretensiones de Cristo porque Él es el Soberano que los había comprado. No debemos confundir la idea de redención con el trato ordinario de una compra. Podemos decir que todo hijo de Dios ha sido rescatado, pero todos los hombres han sido comprados, aunque no redimidos. En la parábola del tesoro, en Mateo 13, el hombre compró todo el terreno porque estaba escondido en él el tesoro que había descubierto. La explicación de la parábola interpreta el terreno como el mundo. Por medio de su muerte el Señor Jesucristo, como hombre, ha adquirido la autoridad sobre todo hombre que se encuentra en el mundo. Así es que Cristo es el Amo, el Soberano de todos. Él mismo emplea figuras que indican que Él es como un hacendado que va al mercado y compra esclavos para su hacienda. Este es también el significado del título que Pedro usa en su discurso ante Cornelio cuando dice que Cristo es "el Señor de todo." Pablo en 1o Corintios 11:3, dice que "Cristo es la cabeza de todo varón." Es la misma idea en este pasaje donde Pedro dice que Cristo es "el Soberano que los rescató." Ahora si entro en el mercado y compro un esclavo, mi compra de él no cambia su estado. Es simplemente un cambio de amos para él. La redención de un esclavo echa de él sus cadenas, y le pone en libertad. La compra no afecta la servidumbre; la redención introduce la libertad.
(Verso 2) "Y muchos seguirán sus prácticas lascivas, y por causa de ellos el camino de la verdad será infamado." Demasiado bien sabemos que esta palabra se ha verificado en la sociedad que se llama cristiana. Muchos han desechado las obligaciones que la religión cristiana impone, después de haberse comprometido a prestarle lealtad. El camino de la verdad ha caído en mala fama porque los que debían serle fieles se han portado de tal manera que nuestros enemigos se burlan de nuestras pretensiones de ser un pueblo santo y apartado del pecado.
(Verso 3) "También en avaricia, con palabras engañosas, harán tráfico de vosotros; el juicio de los cuales ya de largo tiempo atrás no se tarda, y su destrucción no se duerme." Esta es una referencia a las pretensiones eclesiásticas de algunos. El tráfico de esa Babilonia consistía, entre otras cosas, de "las almas de los hombres" (Apocalipsis 18: 13). Se aumenta de gran manera nuestra responsabilidad el tener que vivir en medio de tales condiciones. La avaricia y la hipocresía de los maestros falsos les impulsan a usarnos como mercancías a fin de aumentar sus ganancias inicuas. Este pasaje se refiere también a la práctica denominada la simonía, la venta de beneficios eclesiásticos. El juicio de Dios tiene que caer sobre todos estos abusos.
(Versos 4-9) "Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que precipitándoles al infierno, los encerró en abismos de tinieblas, siendo guardados así para el juicio; y si no perdonó al antiguo mundo, mas preservó a Noé (con otros siete); predicador de justicia, cuando trajo Dios el diluvio sobre el mundo de hombres impíos; y si tornó en cenizas las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las condenó con destrucción poniéndolas para escarmiento de los que después hubiesen de vivir impíamente; y libró al justo Lot afligido con la vida lasciva de aquellos inicuos (porque este justo, que habitaba entre ellos, con ver y oír, afligía de día en día su alma justa con las obras inicuas que practicaban) ;-sabe el Señor librar de la tentación a los piadosos y guardar a los injustos, sufriendo castigo para el día de juicio." Esta es una referencia a los juicios de Dios sobre los de la antigüedad, y sirve de ejemplo de lo que hará otra vez. Tenemos aquí una declaración muy rara en cuanto a los ángeles. Debemos poner este pasaje en relación con el versículo seis de Judas, en que el juicio pronunciado contra ellos es el mismo, mas hay una diferencia importante en la explicación de sus hechos. Pedro dice que los ángeles "habían pecado"; Judas dice que "no guardaron su estado original." Es el mismo pecado considerado bajo diferentes aspectos; Pedro habla de su amor propio; Judas de su apostasía, porque su tema es la gran corrupción que se había de meter en la iglesia, y en medio de la cual el cristiano tendría que andar con sumo cuidado para no contaminarse. Es de importancia determinar de una vez el significado de este crimen de la apostasía. Es el abandono del primer lugar, del estado en que Dios nos ha puesto. Ese fue el pecado de Adán. El apostató, y en esto se nota el contraste en el carácter perfecto de Cristo. La causa de la apostasía de Adán fue su egoísmo y desobediencia; la perfección de Cristo se manifestó en su perfecta obediencia y sumisión a la voluntad de su Padre. Se humilló a sí mismo y Dios le exaltó. Nosotros podemos ser exaltados de la misma manera por el Espíritu del Señor. Pablo nos aconseja diciendo: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús."
Pedro no nos deja en duda en cuanto a las penas que el juicio de Dios traerá sobre los inicuos. Nos queda, pues, como hombres de fe, esperar en el Señor y poner toda confianza en su justicia, asegurados de que el día vendrá en que E1 reivindicará su nombre, digan los infieles lo que quieran. Dios también nos mira a nosotros esperando ver en su pueblo la conservación de una conducta intachable en medio de todos estos males. Nos da el ejemplo del justo Lot, cuya alma se afligía con la vida nefanda de sus vecinos. El Señor demanda que nos guardemos limpios en medio de cualquiera condición que nos rodee, porque el Señor sabe librar de la tentación a los piadosos y guardar a los injustos para el día de juicio."
(Versos 10, 11) "Y principalmente los que andan en pos de la carne, en la concupiscencia de inmundicia, y desprecian la potestad. Atrevidos son, audaces, que no temen decir injurias contra las dignidades; mientras que ángeles, aunque mayores en fuerza y poder, no traen contra ellos juicio injurioso delante del Señor." Esta es una descripción de condiciones actuales en que prevalece dondequiera entre los hombres un espíritu de egoísmo que llega a la contumacia. Su conducta se caracteriza por la licencia más desenfrenada, en que no reconocen la autoridad de Cristo primero, y en seguida, ninguna otra autoridad civil y social. Vivimos en medio de un radicalismo extremo que tiene que ser la forma más ofensiva de la rebelión. Dios ha delegado poderes a los gobiernos que debemos respetar como administradores del buen orden. En situaciones como las que el apóstol describe, en las que la autoridad se resiste, el orden es imposible, trayendo como resultado el caos. No hay, pues, lugar para la voluntad de la carne en la presencia de Dios, y existe un orden en el gobierno divino que no hemos de traspasar porque trae perjuicio serio a sus planes. Las Escrituras siempre nos recomiendan la sumisión y la humildad. En la sociedad de ahora prevalecen condiciones que trastocan todo eso; se ve por todos lados una gran indiferencia para la autoridad y para las instituciones más antiguas. Este germen de rebelión ataca los principios de la familia, las leyes de la nación y la autoridad de Cristo, y tiene que seguir creciendo hasta que "el hombre de pecado" quede completamente revelado y caiga, más tarde, bajo la presurosa destrucción de Cristo.
(Versos 12-19) "Mas aquéllos, como bestias irracionales, nacidas de propósito para ser cogidas y destruidas, dicen injurias contra lo que no entienden, y perecerán del todo en su misma corrupción, sufriendo mal como la recompensa del mal hacer; hombres que reputan como una delicia el andar en disoluciones de día, manchas son y borrones, solazándose en sus engaños, mientras banquetean con vosotros; teniendo los ojos llenos de adulterio, y que no pueden cesar del pecado; atrayendo con halagos las almas inconstantes; teniendo un corazón ejercitado en la avaricia; hijos de maldición que abandonando el camino recto, se han extraviado, siguiendo el camino de Balaán, hijo de Beor, el cual amó la recompensa del mal hacer; mas fue reprendido por su transgresión; un jumento mudo, hablando con voz humana, refrenó la locura del profeta. Estos son fuentes sin agua, neblinas impelidas por una tempestad; para quienes es reservada la negrura de las tinieblas, porque, prefiriendo palabras hinchadas, llenas de vanidad, atraen con el cebo de apetitos carnales, por medio de la lascivia a los que por un poco de tiempo iban escapando de los que viven en el error; ¡prometiéndoles libertad cuando ellos mismos son siervos de corrupción! pues de quien uno es vencido, del mismo también es reducido a servidumbre." Es un cuadro horrendo el que el Espíritu nos presenta aquí, y lo debemos contemplar con solemnidad. Es la descripción de personas que comienzan con la rebelión contra la verdad, y aquí tenemos el fin que les espera. La cosa más terrible es que indica cómo los que han sido maestros de la verdad se envuelven en la suerte de los demás. Declara que se levantarán hombres que profetizarán por lucro, como Balaán, y como él, "atraerán por el cebo de los apetitos carnales a los que iban a escapar de aquellos que viven en el error." Debemos entender bien que para toda forma de la tentación hay alguna tendencia natural en nuestra naturaleza de que Satanás se vale como un cebo para cogernos. No creeríamos que tales cosas podrían suceder entre los que profesan ser cristianos si no fuera porque Dios mismo nos da esta amonestación. Nos ha hecho saber que debemos estar sobre alerta y vigilar contra tentaciones de esta clase todo el tiempo. Aquellos de que se habla aquí son personas que se conocen como cristianos, y, sin embargo, no ponen freno a sus deseos carnales, y cuando son cogidos en el pecado, desprecian la autoridad con una audacia que no se hallaría ni entre los ángeles.
Estas personas sientan a la mesa cuando se celebra la Cena del Señor, engañando a algunos mientras procuran corromper a otros. Se entregan por completo al mal hacer al mismo tiempo que en sus predicaciones anuncian la libertad del evangelio, no sabiendo que son los esclavos de sus propios apetitos. Este es el cuadro que el apóstol da de la condición final hacia la cual la iglesia tiende, y nosotros los que vivimos en estos últimos tiempos podemos decir que la profecía se ha verificado. Las cosas que han sido de mayor utilidad en el mundo llegan a ser los estorbos más grandes cuando se pervierten de sus usos legítimos.
(Verso 20) "Porque si después de que hayan escapado de las contaminaciones del mundo, por medio del conocimiento del Señor Jesucristo, dejándose enredar otra vez en ellas, son vencidos, se les hace peor el estado postrero que el primero." Aquí no se habla de los que son verdaderamente redimidos, sino de los que por el momento se han apartado de la corrupción del mundo por un conocimiento exterior del evangelio, y por un entusiasmo humano. Ahora, cuando éstos pierden su entusiasmo y se enredan otra vez en sus errores después de haber escapado de sus hábitos antiguos por un poco de tiempo, su estado postrero tiene que ser peor que el primero, porque pecan ahora contra la luz de la verdad. Los que rechazan y desprecian el Cristianismo dejan de decir cuánto deben a sus influencias benéficas sobre sus vidas. El mundo se ha llenado de los beneficios sociales, civiles y morales que son los efectos del Cristianismo y de las enseñanzas del Evangelio. Pero muchos no toman en cuenta estas influencias, y procuran dar otras explicaciones que ignoran esta fuerza principal de la civilización moderna. No cabe duda de que el Cristianismo ha librado al mundo de muchas de sus corrupciones. Las verdades del evangelio han tenido una aceptación mental muchas veces cuando no le dieron acogida sus conciencias. En estos casos el evangelio tiene sólo un fruto parcial porque no va acompañado de la gracia de Dios en el corazón. Ahora cuando estas personas abandonan la verdad que antes habían aceptado intelectualmente, se vuelven los enemigos más acérrimos de la verdad. ¡Pongamos todo cuidado, pues, en no abandonar ni una jota de la verdad que se nos ha dado! El apóstol nos da aquí el cuadro de todo el curso de la apostasía y declara que es mucho peor para el hombre abandonar una verdad una vez acogida, a causa de las seducciones de la carne y los alicientes del mundo, que él nunca haberla conocido.
(Verso 21) "Pues mejor les fuera no haber conocido el camino de justicia, que después de haberlo conocido, volver atrás, apartándose del santo mandamiento que se les había dado." En la primera parte del capítulo el contraste se hacía entre los piadosos y los impíos. Aquí se pone en contraste el santo mandamiento con otras doctrinas que los maestros falsos habían procurado introducir.
(Verso 22) "Empero les ha sucedido aquello del refrán verdadero: Volvióse otra vez el perro a su vómito, y la puerca que había sido lavada, a revolcarse en el cieno." ¿Quién vomitó? El perro. ¿Y quién volvió a comer lo vomitado? El mismo perro. Era perro todo el tiempo, un animal inmundo y sin trazas de pureza, Él que lavó la puerca no cambió su naturaleza inmunda y si tenía alguna apariencia a la oveja, fue en lo exterior y no en su corazón. Antes de ser lavada la puerca era sucia; permaneció limpia solamente por el tiempo que las restricciones exteriores se lo impidieron. Al romperse la cuerda volvió al cieno porque nunca dejó de ser puerca. Así pasa con los que no son en realidad convertidos, que son cristianos sólo de nombre. Jamás han sido ovejas.
Puede haber pues en la iglesia los que no han nacido
de nuevo, reteniendo sus mismas naturalezas pervertidas,
que han aceptado la verdad del Evangelio en
apariencia o con reservas de voluntad. Como el hombre
queda hijo de Adán y no se ha hecho hijo de Dios,
el ejercicio libre de su voluntad revela desde luego
la falsedad de su posición. Empero si él que es
verdaderamente convertido se aparta de Cristo y se
mezcla con las corrupciones del mundo, se encuentra
en un estado de miseria. La puerca tiene gusto en
revolcarse en el lodo aunque haya sido lavada; pero
la oveja en el borde del cieno procura escapar de él.
En caso de haber caído en el lodo, bala hasta ser sacada.
Así debe ser el cristiano verdadero. Es posible que
caiga en el pecado y que se manche con la corrupción,
pero, como Pedro lloró y sufrió hasta que se hubo
reconciliado con su Señor, así el cristiano se regocija
en que Dios le lava, le perdona y le vuelve a restaurar
a su posición antigua.